miércoles, 27 de mayo de 2009

Una lección feminista de tango


Una lectura sobre "La lección de tango", un film realizado en 1997 por la directora, actriz y compositora Sally Potter. Una película que consideramos que no se puede dejar de ver.

La palabra más adecuada que encontré para empezar a hablar de “La lección de tango” es sinceridad. Aunque las primeras imágenes sean solo el reflejo de lo que no va a suceder, me parece oportuno y franco comenzar mostrando el nacimiento de un cambio, tanto del personaje como de la directora que en este caso son la misma persona.

Sally Potter, la directora y protagonista, que se representa así misma, crea, en los dos minutos iniciales, un montaje paralelo donde pone en juego las cartas que se van a ver durante la hora y media de película. En blanco y negro muestra su soledad, su miedo a la hoja en blanco, su pasión, su metodicidad, su orden y su inseguridad a la hora de escribir un guión. Las imágenes en color presentan la temática que va a terminar por darle forma a su real guión que es la vanidad y el egocentrismo, “la belleza, el glamour de la muerte”, aunque estos sean solo un disparador para la verdadera historia.

Pongamos las cosas más en claro. En este film Sally documenta un momento de su vida mediante una ficción en la que los actores, incluso ella, actúan de si mismos. Resulta ambiguo ya que habría que ser su amigo para saber si en verdad esta historia la tubo como protagonista a ella y a Pablo Verón su profesor de tango con el cual comienza una historia de amor. Habría que investigar para saber si Paris y Buenos aires fueron las ciudades cómplices de este amor. Habría que matar la magia que genera el enigma, para saber si las pasiones, el erotismo que forja el tango y el constante narcisismo realmente existieron. ¿Realmente importa saber la verdad?

El proceso por el que transita la inserta en un cambio, que por momentos busca, pero también se dan por la voluntad de su destino, por curiosidad, por azar.
Sally estructura su ficción o documental, quedara en la elección de cada espectador, en doce lecciones que se presentan cronológicamente como un progreso, que no solo tiene que ver con el tango si no con experiencias, que los va llevando tanto a ella como a Pablo a conocer un nuevo mundo que hasta ese entonces era ajeno.

Ella idealiza el tango en él, él ve en ella la oportunidad de ser una estrella de cine.
Pablo le enseña a bailar tango, a ella le cuesta dejarse llevar. Ella le enseña de cine, Pablo no quiere ceder. El piensa que Sally lo usa para cumplir su fantasía de bailar. Ella cree que Pablo la complace para que lo incluya en una de sus películas.
Ellos se quieren por sus propios intereses, no solo por lo que el otro es, también por lo que pueden llegar a ser y hacer con y por el otro.

Este Film pone al desnudo la lucha interna de dos artistas que fuera de sus burbujas de aplausos y mundos imaginarios, se encuentran vulnerables e inseguros.

Nicolás Barbaglia

Esa Mujer o la pastora de porcelana


Una mirada sobre un cuento de Rodolfo Walsh, "Esa mujer". Publicado en la década del 60 en el libro "Los oficios terrestres" lo consideramos un cuento que no se puede dejar de leer.

Podemos decir que el texto de Walsh Esa mujer gravita sobre las ausencias: de un nombre –aunque son varios-, de un lugar, de un cuerpo, etc. Sobre estos vacíos se teje una serie de silencios y eufemismos, los cuales enredados a la atmósfera lúgubre y el hecho histórico al que se refiere, dan como resultado un texto sobrio, condensado, plagado por momentos de una violencia latente. En definitiva: un cuento excelente.

Esa mujer es Eva Perón, cuyo cuerpo ha sido hurtado a los suyos y descansa -¿descansa?- en un lugar “donde todo se pudre”. Esa mujer es el relato de una investigación, entre un coronel de la Revolución Libertadora y un periodista-investigador, un clásico papel walshiano, a modo de conversación, sobre el lugar donde se ha depositado el cuerpo de la abanderada de los humildes, del personaje peronista mas odiado por sus detractores.

“La enterré parada, como Facundo, porque era un macho” grita el coronel en un ataque de furia intempestiva; si la mujer genéricamente es la que acata, la que sirve, la que avisa –acciones que realiza la mujer del coronel durante la entrevista-, Eva que es “esa mujer” a la que él declara suya, la que despierta esa extraña desesperación posesiva, no puede ser concebida en su imaginario como icono de su género: Eva es un macho.

Signos invertidos. El coronel fascinado por el cuerpo de esa mujer –reina, virgen, diosa así se refiere a ella- sostiene y afirma lo que en realidad pretende borrar: el mito de Eva. ¿Qué inexplicables mecanismos lo dominan? Eva muerta es tan temible para el régimen anti-peronista como Eva viva; aniquilar el cuerpo muerto (acción paradójica si las hay) constituyen una verdadera afirmación sobre la vitalidad que irradia él mismo –recordemos que el doctor Ara embalsamó a Eva quitando los signos de la muerte- como la promesa de que Eva resucite. Lo que asusta, fascina, mistifica es lo que hay de vida en Eva muerta; como dice el coronel: “Parecía que iba a hablar, que iba a...”.

En tanto, el narrador no duda, Eva es “…una muerta, un lugar en el mapa”. Esa mujer no puede volver a la vida, “el misterio de su muerte” es el motivo que lo conduce a esta investigación. Y sobre todo la posibilidad latente del retorno del cuerpo de Eva como una bandera; si vuelve –aunque sea sólo su cuerpo- se encenderá una llama, la posibilidad política de un retorno: “Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas,…”.

El cuento acaba con un imperativo colérico del coronel, "Esa mujer es mía”. Inequívoca forma de posesión sobre la mujer que produjo un inacabable abanico de sentimientos en el pueblo argentino. Evita vive, titula Néstor Perlongher, un cuento maldito que se suma a la inagotable serie de relatos sobre Eva Perón. Relatos que proliferan las posibles interpretaciones de este ícono controversial de la historia argentina. Esa mujer, que vive instalada entre unos y otros, fiel a su promesa ha vuelto y es millones… de relatos.

Guido Kalle Angelillo